martes, 27 de septiembre de 2011

NO ES TAN DIFÍCIL HABLAR CON UN ADOLESCENTE… “¡TODO ES PONERSE!” (1ª parte)

¿Solemos hablar con nuestro hijo/a?. En nuestra sociedad actual, empieza a ser una sana costumbre que se pierde irremediablemente. Es posible, que, preguntados al respecto, pensemos: “Ah, ¿pero es que se puede hablar con una adolescente?”. En el peor de los casos, la comunicación es nula, insuficiente, tensa, o conflictiva por múltiples motivos: incompatibilidad de caracteres, los estudios, los horarios, las modas,… aspectos todos ellos en los que los puntos de vista de cada parte están a años luz los unos de los otros. Esto convierte a los intentos de comunicación en una de las situaciones más difíciles con las que los padres y madres se encuentran cotidianamente.
En muchas ocasiones, las relaciones familiares se ven amenazadas, casi sin darnos cuenta, unas veces por la creciente distancia, voluntaria o no, que se produce entre padres e hijos a estas edades; y otras, en el peor de los casos, por una dinámica de críticas, malas contestaciones, reproches, desplantes, enfados, etcétera. No obstante, y esto es algo que nuestra experiencia nos ha mostrado (aunque muchos padres y madres se asombran e incluso desconfían cuando hablamos de ello en las sesiones): nuestros hijos/as DESEAN HABLAR Y QUE LES HABLEMOS.
A lo largo de los años, han sido numerosos los padres que dudan o niegan esta afirmación: “¿Cómo es posible que esté deseando que hablemos con él/ella si cuando lo intentamos nos hace un desplante, nos da una mala contestación o, directamente “pasa” de nosotros?”. Les propondremos que prueben con las estrategias comunicativas que formarán parte de este post (en sucesivas partes) y juzguen ustedes mismos los resultados. Una clave: no espere que por hacer esto tres o cuatro días las cosas vayan a cambiar radical o parcialmente a mejor. Cuando se lleva tiempo con una dinámica negativa, hay que trabajar mucho para cambiarla. Es como las hélices de un barco: primero hay que detener motores, luego la marcha y, finalmente, contrarrestar en sentido contrario. Esto lleva su tiempo y es fundamental la constancia y la paciencia.  Por supuesto, estas estrategias comunicativas deben ser una constante en la comunicación diaria; debemos ser sistemáticos, firmes y activos. Tener paciencia e iniciativa para dar siempre un mensaje positivo y constructivo, aún en las situaciones problemáticas. De esa manera, de paso, nos convertimos en modelos positivos de comportamiento para nuestros hijos…


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