jueves, 14 de febrero de 2013


LOS NIÑ@S MÁS FELICES DEL MUNDO
 

Es un hecho contrastado y fundamental que el afecto que mostramos a nuestros hijos es la herramienta más importante de esa obra de ingeniería emocional en la que se convierte el procurarles un desarrollo integral, completo y sano. Los niños, sin excepciones, necesitan ser y sentirse queridos, con palabras, gestos y hechos. Si no reciben este sustento afectivo, pueden empezar a surgir dudas acerca de sí mismos y sobre los que les rodean.

La mejor manera de transmitir afecto a nuestros hijos es, evidentemente, decírselo, de todas las formas posibles y en varias ocasiones (¡hay muchos momentos ideales a lo largo del día!). Pero hay otras maneras. Y una de las más poderosas, efectivas y, cómo no, divertidas, para los pequeños y los grandes, es JUGAR. Un/a pequeño/a ve y siente que es querido cuando un adulto deja todas sus ocupaciones para pasar TIEMPO con él/ella. De esta manera, el mensaje que transmitimos le hace sentirse importante, necesario/a para nosotros, y por tanto, ¡el/la niño/a más feliz del mundo!. Esto fortalece, entre otras muchas facetas, dos elementos esenciales: su autoestima y su identidad.

Por tanto, si jugar es una manera maravillosa de mostrar afecto a nuestros hijos, y además favorece su desarrollo,… ¡los JUGUETES se convierten en unos “cachivaches” importantísimos!. Con ellos, los adultos tenemos la excusa perfecta para pasar un rato con nuestros pequeños, un espacio donde además podemos encontrar otras recompensas para todos; podemos fomentar el diálogo o simplemente la expresión verbal, manejar normas para que vayan familiarizándose con la importancia de las mismas, cuando participan varios, reforzar valores como la solidaridad, el placer de compartir, la tolerancia, etcétera. Sin olvidar, por supuesto, la ¡¡¡DIVERSIÓN!!!
 


                                                           Sergio Hernández Hernández. Psicólogo

viernes, 8 de febrero de 2013

Nuestras instalaciones

 


“¿HABLAMOS…?”


Con frases tan sencillas como “estoy orgulloso de ti”, “eres increíble”, “me encanta hablar contigo”, y similares, estamos haciendo, como decía en un texto anterior, la obra de ingeniería emocional más grande e importante del mundo: dotamos de autoestima a nuestros hijos. Estas frases, en el mejor de los casos, las solemos reservar o utilizar cuando tienen algún éxito (aprobar todo, por ejemplo); sin embargo, deben usarse a menudo, e incluso se hacen mucho más necesarias cuando se equivocan. Con estos mensajes, transmitimos la idea de que les queremos, les aceptamos y de que estamos orgullosos de él/ella sin condiciones, aún cuando fracasan.

Debemos reforzar el esfuerzo, no tanto los resultados: si sólo valoramos, por ejemplo, las notas al final de curso, y no lo hacemos con el esfuerzo diario (cada día que le veamos estudiando o haciendo la tarea, o cuando nos enseña un trabajo), seremos “resultadistas”, contribuimos a poner un listón quizá demasiado alto que, si no es alcanzado, genera frustración, sensación de fracaso (con el consiguiente abandono de los estudios), y “torpedea” la autoestima.

Puede resultar difícil estar orgulloso de un hijo/a cuando se equivoca, nos contesta de forma inadecuada, no nos hace caso o cuando toma decisiones erróneas. Nuestra crítica negativa no es necesaria: ellos/as son los/las primeros/as que se autocastigan, al fin y al cabo, ¿a quién le gusta equivocarse?. Aún en aquellos que aparentemente “pasan” de todo, ésta no es más que una reacción de frustración mal “digerida”. Cuando, como adultos, nos sentimos fracasados en algo, frustrados, tristes, enfadados o incompetentes, la reacción humana es volcar nuestras emociones negativas en algún sitio… o con alguien. Les invito a hacer una encuesta entre las personas que le rodean y a que pregunte qué ocurre cuando usted está en ese estado de ánimo. Posiblemente le dirán que “la paga” con ellos/as. Y esto es especialmente cierto en una microambiente como la familia. Es inevitable, es involuntario, pero es así. Es humano. La forma más común del ser humano de desahogarse emocionalmente es hacerlo con otros, de forma positiva o negativa. El niño no es diferente; puede desahogar su enojo en sus padres porque el vínculo es más potente y porque puede que la comunicación sea defectuosa desde tiempo atrás… y porque no se siente bien consigo mismo… como los adultos. Ninguna de las partes entiende o escucha a la otra.

            A ningún niño le gusta fracasar en ningún aspecto (y menos aún si sale perdiendo en la comparación con sus iguales). Por tanto, expresiones como “eres un desastre”, “siempre igual”, “no te mereces nada”, etcétera, deben desaparecer. En un momento, con unas cuantas palabras podemos llegar a causar una profundísima herida que sigue generando secuelas aún en la adultez.

En la comunicación, si  utilizamos la crítica destructiva, lo que perciben nuestros hijos es que estamos enfadados o disgustados con ellos como personas. Por consiguiente, dediquemos todos los días un momento (o varios) a decirle a nuestros hijos lo especiales que son, y que nada nos importa más que ellos…

                                                          

Sergio Hernández Hernández. Psicólogo

LA PERFECCIÓN NO EXISTE…


Uno de los aspectos más importantes en el desarrollo de nuestros pequeñ@s es que aprendan a asumir errores y fracasos, por pequeños que éstos sean. Que aprendan que, para conseguir las metas y objetivos que se marcan, siempre es necesario un proceso, más o menos largo, en el que pueden equivocarse. Un niñ@ que no encaja el error (lo que los psicólogos llamamos tolerancia a la frustración) muestra que, entre otras cosas, no tiene una autoestima óptima. En condiciones de una autoestima saludable, lo normal es afrontar el fracaso con nuevos bríos, buscando soluciones alternativas, pidiendo ayuda y/o consejo, en definitiva, rehaciéndose… Por el contrario, un niñ@ insegur@, abandonará y/o reaccionará ante la frustración con enfado, rabietas, agresividad, etcétera.

Por ello es tan importante enseñarles a nuestros hijos que la perfección no existe… Una parte importante es distinguir entre lo que nuestr@ hij@ es y lo que hace. Como he comentado en otros artículos debemos siempre hacerles ver que son valiosos y maravillosos como personas, por lo que son, como seres humanos y como hijos, diciéndoselo y demostrándoselo con acciones y hechos. Es decir,  si nuestros hijos aprenden a autoafirmarse únicamente (o mayoritariamente) a través de sus actos, y tienden a fijarse en los errores (que cometerán, como seres humanos falibles que somos), pueden presentarse problemas.

En este sentido, podemos afrontar estas situaciones de varias maneras. Por supuesto que la mejor es animar a nuestros pequeños a que prueben y descubran, a que afronten nuevos retos, a que mejoren sus habilidades, a que cumplan sus responsabilidades,… acompañándoles en el proceso, de tal manera que no se sientan sol@s, pero que, a la vez, experimenten la plenitud de alcanzar sus metas por su propio esfuerzo. No debemos ser “resultadistas” y valorar únicamente, por ejemplo, aprobar todas las asignaturas, sino reforzar el proceso, esto es, cada día que les veamos sentados en su escritorio trabajando o estudiando; evitar un lenguaje negativo y personalizante cuando les reñimos que, entre otras cosas, socava la autoestima del niño; por el contrario, podemos y debemos utilizar un lenguaje firme e impersonal cuando sea necesario amonestarles, pero que de oportunidades para corregir el error y, en última instancia, nos permita reforzarles si afrontan y superan el fracaso. De esta manera, les dejamos claro que no es a él/ella como persona a los que reñimos, sino que lo que nos disgusta es su acción o un comportamiento determinado. Como decía, no erosionamos la autoestima con un lenguaje dañino o un tono elevado, sino que estimulamos el sentido de responsabilidad y la disciplina, y lo más importante para el desarrollo personal: mandamos un mensaje diáfano en el que damos a entender que confiamos en ell@s, que creemos que, aunque en este momento debo corregirte o advertirte, estoy ansioso de que me demuestres lo que vales, de que me demuestres que puedes conseguirlo, porque SÉ que puedes hacerlo… Y quien les manda este mensaje no es una persona cualquiera. A los ojos de nuestros pequeños, somos los emisores de mensajes más importantes de SUS pequeños mundos.

 

Sergio Hernández Hernández. Psicólogo.